
Descubre tu tipo de suelo con estos cinco sencillos pasos:
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Recoge aproximadamente 25 gramos de tierra y sujétala en la palma de la mano.
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Ve añadiendo gotas de agua al suelo mientras lo amasas hasta que se descomponga formando terrones.
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Sigue añadiendo pequeñas cantidades de agua hasta que el suelo se vuelva moldeable, pero sin que se llegue a mojar demasiado.
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Una vez que el suelo sea moldeable, dale forma de cinta plana.
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Sigue nuestra guía de consistencia de esta cinta para determinar qué tipo de suelo tienes.
Consistencia arenosa = suelo arenoso
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Si la cinta de suelo tiene un tacto arenoso e inmediatamente se rompe cuando lo manipulas con las manos, tu tipo de suelo es arenoso.
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El suelo arenoso no es capaz de retener tanta agua o preservar tantos nutrientes como otros tipos de suelo.
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Riega regularmente con una cantidad mínima de agua para mantener el suelo hidratado sin que se encharque.
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Fertiliza con frecuencia para mantener los niveles de nutrientes.
No arenoso pero frágil = suelo limoso
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Si la cinta del suelo no tiene tacto arenoso, pero igualmente se rompe fácilmente al manipularla con las manos, tu tipo de suelo es limo.
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El suelo limoso es capaz de retener más humedad y nutrientes que el arenoso, por lo que no necesita ser regado o fertilizado con tanta frecuencia.
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Asegúrate de que el suelo esté seco cuando siembres. Si se cultiva cuando está mojado, puede formar una corteza dura, reduciendo el flujo de aire y haciendo que sea más difícil para las plantas echar raíces.
Difícil de romper = suelo arcilloso
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Si la cinta es difícil de romper al manipularla con las manos y conserva su forma, el tipo de suelo es arcilla.
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El suelo arcilloso es capaz de retener agua y nutrientes durante períodos más largos, pero tarda más en calentarse en primavera.
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Riega con menos frecuencia, dado que el suelo arcilloso tarda más en drenar.
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Deja espacios más amplios entre la fertilización, puesto que los minerales arcillosos ayudan al suelo a mantenerse rico en nutrientes.